En primer lugar, hemos de saber algo importante. El
budismo no está organizado en una jerarquía vertical, la autoridad religiosa descansa sobre los
textos sagrados, pero existe una gran flexibilidad en sus propios enfoques. La
leyenda que vamos a mostrarte hunde sus raíces en una escuela en concreto: en
el budismo theravada, o el budismo del linaje de los antiguos.
Fue en Tailandia, y dentro de este contexto, donde
se escribió El libro de los poemas del gato, o el Tamra Maew, conservado a día
de hoy en la Biblioteca Nacional de Bangkok como un tesoro. En sus antiguos
papiros pudo leerse una encantadora historia que decía Maew, conservado a día de
hoy en la Biblioteca Nacional de Bangkok como un tesoro. En sus antiguos
papiros pudo leerse una encantadora historia que decía que cuando una persona
había alcanzado los niveles más altos de espiritualidad y fallecía, su alma se
unía plácidamente al cuerpo de un gato.
La vida podría ser entonces muy corta o lo que la
longevidad felina permitiese, pero cuando llegaba el final, el alma sabía que
ascendería a un plano iluminado. A su vez, el pueblo tailandés de aquella
época, conociendo esta creencia, llevaba a cabo también otra curiosa práctica…
Cuando un familiar fallecía, se le enterraba en una
cripta junto a un gato vivo. La cripta tenía siempre un agujero por donde el
animal podría salir, y cuando lo hiciera, daban por sentado que el alma del ser
amado ya estaba en el interior de aquel noble gato… De este modo, alcanzaba la
libertad y ese sendero de calma y espiritualidad capaz de preparar a esa alma,
para el camino posterior hacia la ascensión.
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