Para el budismo, los gatos representan la
espiritualidad. Son seres iluminados que transmiten calma y armonía. Por ello,
suele decirse que quien no se relaciona bien con su inconsciente nunca llega a
conectar por completo con un gato, ni entenderá tampoco sus misterios.
La verdad es que a nadie le sorprende saber que la
figura de estos animales esté unida al budismo. Tanto es así, que en Tailandia
existe una preciosa leyenda que ha trascendido en el tiempo hasta convertir a
los gatos en unos seres de paz, y de íntima unión, en muchos templos de países
asiáticos.
Es por ello, que resulta muy común ver a los gatos
dormitando en los santuarios, hechos un ovillo en el regazo de las múltiples
figuras de Buda que orlan los jardines y los templos.
Los gatos ven mucho más allá de nuestros sentidos,
entre sus horas de siesta y sus instantes de juego y exploración ahondan en
nuestra alma con su afinado olfato. Alivian tristezas y nos arropan con sus
nobles y relucientes miradas.
A menudo, suele decirse que tener un perro es disfrutar
del compañero más fiel que pueda existir. Algo totalmente cierto. No obstante,
quien conoce el carácter de un gato siente que la conexión es más íntima y
profunda, de ahí, que diversos monjes budistas como el maestro Hsing Yun,
hablen del poder sanador de este animal.