La palabra “mándala” proviene
de la India del sánscrito. Traducida significa “círculo“, pero el significado
del mándala va mucho más allá de un concepto geométrico. Representa totalidad,
estructura, centro, unidad, equilibrio, búsqueda de paz, es una relación de
hábitos que te pueden conducir a la construcción de un modelo de estructura
organizada. Describiendo tanto las realidades materiales como no materiales, él
mándala aparece en todos los aspectos de la vida: los círculos celestiales que
llamamos Tierra, Sol y la Luna, así como círculos conceptuales de amigos,
familia y comunidad.
No son representaciones
abstractas o simbólicas neutras, sino que tienen un fondo espiritual, no
compatible con el cristianismo
Los mandalas son figuras
netamente del hinduismo y del budismo. Tienen un sentido espiritual ligado a
estas tradiciones religiosas y por esta razón no hay que usarlas fuera de su
contexto propio, siendo muy arriesgado su uso por otros creyentes, con la
posibilidad de caer en el sincretismo o en el relativismo religioso. Así, no
tiene sentido usarlas en el cristianismo, más cuando Jesucristo ha superado el
sentido que encierran estas figuras.
¿Qué es un mandala?
Los mandalas son
representaciones figurativas espirituales. Pertenecen especialmente a la
tradición hinduista y budista. No son representaciones abstractas o simbólicas
neutras, sino que tienen un fondo espiritual. Representan la totalidad de la
realidad. Un mandala es un fragmento del microcosmos que quiere abarcar y
mostrar la totalidad del macrocosmos, la realidad entera. Es una muestra del
orden del universo, del orden cósmico.
Si bien su fuente es la
tradición hinduista, también desde ahí pasó al budismo. Hay variaciones entre
ambas religiones en cuanto a la configuración del mándala, siendo muy
figurativos en ciertas ramas del budismo, como el tibetano.
Los mandalas son dibujos. Para
trazarlos, en primer lugar se dibujan las formas lineales, de manera
concéntrica, y luego hay que colorearlos o llenarlos de color. Estos dibujos o
figuras tienen formas muy propias, presentando una fuerte simetría arriba-abajo
y derecha-izquierda, generalmente de forma circular, círculo tras círculo,
también desde esta forma la cuadrangular, con inscripción de ambos polígonos,
si bien estas figuras han llevado a inscribir más formas geométricas y mezclas
entre muchas diversas, complejizando la estructura base inicial.
Los mandalas también se
particionan o subdividen y llevan a expresar aspectos figurativos y
espirituales en diferentes lugares del mismo, a veces animales, figuras de Buda
o dioses del hinduismo. El mandala no obstante mantiene siempre una coherencia
geométrica que de manera desde dentro hacia afuera perpetúa el orden simétrico
a pesar de los entrelazamientos de líneas y figuras. En definitiva, un mandala
encierra en sí mismo el total de Todo. Es una representación del Mundo como
totalidad.
Ciertamente que en multitud de
culturas tenemos figuras con formas abarcantes, ya circulares (eso mismo
significa “mandala”, círculo), o cuadrangulares, incluso dentro del
cristianismo, con la famosa mandorla del Dios Padre, que es Creador de la
realidad entera, si bien no podemos caer en la sincrética similitud entre todas
las culturas y religiones.
Es claro que las figuras
básicas de la geometría son conocidas en muchas culturas y se les ha dado un
sentido diverso; y es normal que cualquier cultura mire al cielo y vea el
círculo en el Sol o la Luna, para muchas culturas paganas representación de
dioses, y de ahí que el círculo, o el cuadrado, como estructura básica, o el
triángulo, los encontremos en todo tipo de templos o religiosidades y culturas,
pero el sentido depende de la religiosidad o espiritualidad propia, de ahí que
no podemos amalgamar o confundir las figuraciones, más cuando muchas de ellas
presentan elementos de una corriente espiritual concreta.
Y los mándalas son
religiosamente círculos, es decir, la rueda de las reencarnaciones que no para
de girar, y es la vida y muerte sin fin de las reencarnaciones. Es la base del
hinduismo y del budismo, y en sus elementos que ahora seguiremos profundizando,
es netamente oriental. No es por lo tanto cristiano, no lo es. Cuidado con caer
en sincretismos y mezclas relativistas.
¿Cómo se hace un mandala?
Vamos a explicarlo en su
sentido profundo, un sentido espiritual hinduista y budista, para que nos quede
claro qué hay en ellos y en su ejecución. El hacer mándalas y el colorearlos,
ya en el suelo o en otro soporte como papel u otros, es disponer al candidato o
discípulo que lo genera al sufrimiento de lo que supone tal tarea: aprender a
ver el sufrimiento en la propia vida, clave del budismo, y también del
hinduismo.
El creador del mandala usa
colores, pinturas, o bien se sirve de piedrecitas o arenilla coloreada que
coloca en el entrelazado de líneas, granitos pequeños de arena de colores, a
veces usando hilos o pétalos de diferentes tonos y colores, y sufrirá
realizando el mandala, que irá creciendo desde dentro hacia afuera. El poco
iniciado en su ejecución no logrará el objetivo tan fácil como imaginaba y
tendrá que someterse al pesado logro de alcanzar la meta. Un mandala complicado
en sus líneas, subdivisiones de subdivisiones, colores diversos, simetrías y
detalles lleva mucho tiempo. El discípulo aprende a ser paciente, a
concentrarse, a ser pasivo ante el sufrimiento.
Su realización llevará a
aprender por parte del seguidor hinduista o budista la pesada tarea de la vida,
la conformación del universo como realidad ordenada, circular, de
reencarnaciones y de muerte y vida continua, de fallar y empezar, más cuando en
ocasiones el mandala se hace en una zona donde puede soplar el viento y debe
empezar una y otra vez por el principio, al quedar todo desordenado y volarse
el material de relleno o llover sobre la pintura, borrarse, o volarse la
arenilla de colores en algunas zonas llegando incluso a estropear otras zonas
del mandala con su arrastre.
El mandala lleva a sufrir y a
aprender a sufrir. Es muy difícil acabarlo. Es la vida y el sufrimiento de la
vida, el sufrimiento que intenta vencer el hinduista con la ascesis y la dureza
de ánimo y concentración, o que el budista intenta aplacar no sintiendo,
acallando sus sentidos, no padeciendo.
Si el mandala se consigue
acabar no deberá enseñarse a nadie, no deberá publicitarse, alardear de él y
mucho menos guardar recuerdo de él, al menos en las tradiciones más puristas;
no deberá el discípulo budista mostrar regocijo, no deberá sentir, que es lo
que debe acallar, sino que deberá en ese instante y tras por un instante en el
que lo mirará, para acercarse al Todo, destruirlo.
Un simple manotazo valdrá,
quizás con el pie, o soplando, con un golpe seco, como signo de la continua
muerte y vida según la espiritualidad budista, y también hinduista. Y con ello,
no sufrir porque nadie lo haya contemplado y nadie pueda alabarle por haberlo
logrado. Acallar el sentir, dominar las pasiones.
Eso es el mandala, y eso es la
religiosidad base de Oriente en el hinduismo y el budismo. La ascesis de no
tener malos pensamientos que producen karma y te ligan a reencarnarte sin fin.
La gran ascesis hinduista de la muerte una y otra vez. Vivir la vida y la
muerte de manera ascética y contemplativa.
Esto es Oriente. Esto es el
mandala. No podemos traer elementos orientales al cristianismo como si tal
cosa. No. Cuidado. En Oriente y sus religiones cada gesto, cada ritual, cada
elemento, está impregnado de religiosidad. Eso en parte define a Oriente y su
espiritualidad. Lo divino lo invade todo y nada hay neutro, des-religiosizado.
Por eso en Occidente hay que tener cuidado, y especialmente cuidado los
católicos, los cristianos, con tomar y coger cosas de Oriente. Y lo mismo pasa
con el yoga, con prácticas de meditación orientales, tan de moda en las
culturas cristianas.
Los mandalas enseñan al
ejercitante a ordenar el propio caos interior de la persona que lo confecciona.
Enseñan a ver el mundo: el mandala se destruye, el mundo se destruye, pero se
vuelve a construir. Por eso en Oriente no existe el sentido de progreso que
tenemos en la cultura cristiana, de avance, lineal, hacia Cristo y la Plenitud
en Él de toda la Creación. Oriente ve la muerte como una fase normal y que dará
lugar a nuevos renacimientos. Y de ahí morir de nuevo. Oriente gira y gira sin
avance. No sale de su rueda de muerte y vida. Solo queda la ascesis para
aguantar (hinduismo) o el no sentir para no sufrir (budismo).
Los mandalas son distintos
entre sí, no se pretende copiar uno de otro. El mandala expresa así la
diversidad del cosmos y la imposibilidad de contemplarse igual por dos mentes
distintas. Cada persona ve un mandala o crea un mandala diferente, y en otro momento,
uno mismo genera un mandala distinto, porque la realidad es cambiante y no se
puede agarrar. Todo pasa, nada queda. Es el aforismo de la impermanencia. El
ser no existe, es la nada. Nada merece la pena. El todo es la nada y la nada es
el todo.
Hay una película, de Martin
Scorsese, “Kundun”, del año 1997, sobre el exilio del Dalai Lama por la
invasión comunista de Tíbet. En ella se expresa muy bien lo que es un mandala.
Los mandalas dentro de los
colegios
Un aspecto que hay que
mencionar es que los mandalas están entrando en los colegios de los países de
cultura cristiana, también en los colegios religiosos, sin saberlo los
directores, los educadores, las congregaciones religiosas que los regentan,
también los centros diocesanos, o de los diferentes carismas católicos que
tienen colegios.
¿Cómo ha ocurrido esto? En el
ámbito escolar ha entrado con cierta fuerza la venta de cuadernos para pintar
los niños. Vendrían a sustituir a los anteriores cuadernos de figuras que había
que pintar, a veces un pájaro colorido del Amazonas, un niño sobre un caballo,
o un jardín y una niña dando unos trocitos de pan a unos patitos o unos
pollitos. Son los cuadernos de pintar con los colores adecuados las figuras.
Los cuadernos de pintar de toda la vida. O al menos los de hace unas
generaciones. Hoy en las librerías y papelerías lo que se venden son figuras de
mándalas, cuadernos de mándalas, para que los niños pinten y rellenen con
colores cada sección y subdivisión.
Se venden como cuadernos
creativos, relajantes, como un objeto para contemplar pintándolo, que sin
embargo, como hemos dicho, encierran un fondo espiritual budista o hinduista,
oriental. O incluso con tintes de Nueva Era y sincretista: que si terapias de
colores, que si sanación espiritual, que si arquetipos, que si elementos medio
mágicos de pseudo-curación con energías de los colores y las formas geométricas
de la Nueva Era,…
¿Qué podemos decir desde el
cristianismo?
Recordemos que los mándalas
están impregnados de orientalismo. Y aunque entren sin referencias directas a
estas religiones, como simples dibujos, el hecho de que los niños se
acostumbren a ellos sin saberlo y sin la concesión y permiso de sus padres es
una puerta para que en el futuro esos niños ya adultos al ver mándalas budistas
e hinduistas y conozcan sus significados tomen conciencia de que eso es lo que
en su infancia sin saberlo pintaron.
Es importante por ello conocer
qué entra en centros cristianos. Y qué hacen los niños. Hay que respetar la fe
de cada religión, y no caer en amalgamas. No sería sino una muy buena idea en
los colegios religiosos cristianos volver a los cuadernos de antes, o bien a
pintar postales navideñas o escenas católicas o bíblicas. Y que en centros
budistas u orientales pinten mandalas. Por simple coherencia religiosa y
educativa.
Por otro lado hay que decir
que los mándalas no son malos en tanto figuras y colores, no alejan de Dios,
sino que forman parte de la religión hinduista o budista, religiones que
intentan llegar a Dios, desde sus medios y creencias. Explicitemos este aspecto
citando el Vaticano II en su Declaración “Nostra Aetate” sobre las religiones
no cristianas, como reflexión desde el cristianismo de estas espiritualidades
de Oriente:
“En el Hinduismo los hombres
investigan el misterio divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad
de los mitos y con los penetrantes esfuerzos de la filosofía, y buscan la
liberación de las angustias de nuestra condición mediante las modalidades de la
vida ascética, a través de profunda meditación, o bien buscando refugio en Dios
con amor y confianza. En el Budismo, según sus varias formas, se reconoce la
insuficiencia radical de este mundo mudable y se enseña el camino por el que
los hombres, con espíritu devoto y confiado pueden adquirir el estado de
perfecta liberación o la suprema iluminación, por sus propios esfuerzos
apoyados con el auxilio superior. […] La Iglesia católica no rechaza nada de lo
que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto
los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen
en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello
de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Anuncia y tiene la
obligación de anunciar constantemente a Cristo.”
BIBLIOGRAFÍA
+ Película “Kundun”. Martin
Scorsese. 1997.
+ Declaración “Nostra Aetate”.
Sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. Concilio
Vaticano II. 1965.